La sublimidad como herramienta necesaria para evolucionar

REFLEXIÓN

Emmanuel Mata

5/13/20257 min read

Una característica común en las generaciones modernas es que ellos aparentemente viven sin ningún objetivo en su vida, los describen como seres poco interesados en realizarse socialmente, que solo se preocupan para satisfacer placeres momentáneos como lo material y la fama. Que son individuos sin ninguna pizca de sensibilidad artística ni empita, y cuando llegan a demostrar preocupación por otras cosas que no sean ellos mismo es para seguir una corriente de moda.

Esa es una opinión que se suele escuchar en bocas de las personas “adultas” es decir, en los habitantes de cualquier ciudad que estudiaron, trabajaron y consiguieron un hogar (en la mayoría de los casos). Es evidente que hacen esos comentarios en forma de reproche por la clara pasividad de los jóvenes nacidos a finales del siglo XX y principios del XXI. No quiero decir esto como si fuera una excusa, pero esa actitud es una simple consecuencia de nuestra generación. Vivimos en un mundo donde practicante ya todo estaba hecho. Ya existía una sociedad, una economía, ya había una razón de necesidad para la cual nosotros estamos en la tierra. Desde que nacemos se nos van inculcando un conjunto de normas que limitan nuestra formación natural, sin mencionar las constantes amenazas que uno recibe cuando se falla, aunque sea un poco, en cumplir esas reglas.

Recuerdo que en una ocasión compraba despensa en una Wall-Mart y me encontré con un carrito de supermercado que se notaba, por su tamaño, que era dedicado a los niños. Ese carrito tenía un letrero que decía “futuro cliente”. Esa anécdota describe en su totalidad lo que pasa a los “Milenials”, ya no se les deja la libertad para formarse como una persona creativa, sino como una persona productiva. Fue esa falta de elección al momento de que hacer con su existencia, lo que los obligó, a manera de escape, a construir una personalidad superficial. Aunque tampoco puedo negar que las generaciones pasadas sufrieron con algo similar o peor. Se encontraron con la naturaleza.

La especie humana a lo largo de su trayectoria de vida consciente en la tierra siempre ha tenido la inevitable necesidad de buscar un motivo y coherencia a todo aquello que nuestros sentidos detectan, aunque también a todo eso que solo nuestra imaginación es capaz de sentir. Pero desde el inicio de nuestros tiempos nos encontramos con algo que es tan exacto que parece azar. La naturaleza es perfecta. Es impresionante el destino o creatividad de alguna divinidad que logró encajar todo de manera tan correcta que nos es imposible verla por partes. El mecanismo es tan exacto que aún después de muchos estudios seguimos sin poder analizar todo, ni saber o tener, aunque sea una pequeña idea, de la importancia de los elementos que lo forman, todo eso con el único e impresionante objetivo de persistir.

Esa enorme máquina que es la naturaleza puede activar, si se ve desde la perspectiva correcta, un sentimiento de sublimidad. Conocemos a la sublimidad como aquello que provoca un sentimiento de terror. Edmund Burke en su libro titulado Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y lo bello menciona que el terror estimula los órganos del cuerpo que controlan el ánimo del individuo y que a su vez este estímulo depende, principalmente, de los sentidos. Burke también menciona que lo grande provoca sublimidad al no poder captarlo como una sola figura. La inevitable necesidad de ir reteniéndola por partes genera expectativa y logra tensión que, según Burke, esta también es una expresión de la sublimidad. Entonces la naturaleza es esa cosa grande que limita la necesidad humana por querer entender todo, por eso mismo la naturaleza nos genera una sensación de tensión que se traduce como sublimidad.

Aunque claro, también está el caso, muy común en nuestros tiempos, de que la naturaleza nos provoque más placer que terror, para eso Burke también tenía una respuesta. Él decía que los órganos que se mueven al enfrentarnos a una situación que nos provoca placer eran los mismo que cuando estamos frente a una situación de terror. La diferencia radica en lo que Burke llama como “asociación”. La asociación sería todas esas enseñanzas y advertencias que vamos aprendiendo de nuestros padres o de la misma sociedad. A un niño se le quita la curiosidad de seguir explorando cuando se le dice que muchos de los animales que se encuentran en la intemperie pueden ser agresivos o que pueden transmitir enfermedades y ese miedo por explorar crece cuando se le describen con un detalle morboso las consecuencias por acercarse a esos animales de fuera. Aunque eso tampoco significa que encontrando y erradicando el origen de la asociación nos podemos quitar el miedo. Existen cosas que por su naturaleza nos provoca miedo, como cuando nos encontramos frente a una cueva oscura; aún si saber que la humedad de la cueva puede ser idóneo para animales venenosos o que gracias a las caricaturas es común que pensemos que las cuevas son las casas de los osos o que puede ser nido de bacterias y enfermedades, la cueva siempre nos dará miedo.

Ahora vemos como un todo tan solo una parte de la naturaleza que solemos encontrar en medio de la ciudad, ya sea un parque o un bosque controlado. Es como una sinécdoque, todo por sus partes y sus partes por el todo. Entonces al no encontrarnos con la inmensidad y saber por asociación que el espacio verde de la ciudad no puede tener un animal peligroso, podemos sentarnos para disfrutar de la vista.

Pero los primeros humanos no tenían experiencia ni tampoco un lugar tranquilo donde puedan relajarse. Había una constante lucha por conocer y forjar el hogar que esos habitantes tenían. La sublimidad que les provocaba la naturaleza combinado con la necesidad de conocer todo, más la búsqueda de la protección, los obligó a innovar.

Son incontables los avances que hubo en el tiempo para crear la relativa tranquilidad que tenemos.

Aunque hubo ciertos períodos históricos donde estos avances dieron un salto repentino. Las guerras, por ejemplo, son unos de las claras muestras de la necesidad del individuo por escapar de la sublimidad terrorífica. Y sí, La guerra puede ser otro ejemplo de sublimidad y este obligó a los humanos a crear formas, valga la contradicción, más seguras de pelear. Dejamos las espadas para usar armas de fuego, posteriormente armas químicas y ahora vivimos en la época de las guerras informáticas. La medicina fue la consecuencia del escape que tuvimos hacia la evolución normal de la naturaleza. Todo por convivir cambia, y los que no se adapten a ese cambio solo les queda morir. Los humanos después de padecer enfermedades por consumir agua sucia tuvieron que desarrollar anticuerpos, pero para sobrevivir mientras nuestro cuerpo se adapta de forma natural buscamos ayuda de otros factores. Los tratados médicos de Santa Hildegarda de Bingen, que fueron escritos alrededor del año 1151 al 1158, son un claro ejemplo de estos métodos excéntricos y muchas veces acertados que los individuos de varios siglos atrás tenían como inicio de la medicina como ciencia. Hasta la política y la religión son una consecuencia de la sublimidad, al querer escapar del caos que provoca una vida donde cada individuo sigue sus propios instintos morales, se decidió utilizar cierta parte de la tierra, ponerle nombre, juntar un grupo cualquiera de individuos para lograr un sustento a base del trabajo y por último poner normas para que estos individuos se obliguen a trabajar en armonía. Aunque claro, esas normas pueden ser leyes, un individuo que personifique una autoridad superior y, por último, un Dios. Existen multitud de hechos más que nos pueden servir como ejemplos para explicar que la sublimidad trae como consecuencia una necesidad de evolucionar, pero estos eventos se comportan de forma parecida y se convertiría en un sinsentido escribir sobre ellos.

Tal y como la naturaleza, la ciudad es una máquina funcional, aunque no tan perfecta, tal y como la naturaleza la ciudad es tan grande que nos es imposible comprenderla en su totalidad y para no sentirnos tan aterrorizados de ella usamos la sinécdoque y nos preocupamos únicamente por entender una parte ya sea el hogar, la escuela o el trabajo. Y tal y como los individuos que nacieron sin saber que es la naturaleza, nosotros nacimos sin saber que es la ciudad, aprendimos, nos adaptamos y por último, para hacerla más a nuestro entendimiento, inventamos cosas que podemos manejar. La electricidad es algo muy moderno que tenemos y nos quitó la sublimidad que provoca la inmensidad de la noche, dejamos de depender de la inconsistente luz de una vela o la adaptabilidad de los ojos para ver en la oscuridad para tener obtener siempre luz con un solo click. Aunque es cierto que la electricidad es más un fenómeno natural que artificial, pero nosotros fuimos los que la dominaron y la pusieron a nuestro servicio.

Entonces los individuos nacieron en la naturaleza y ella ya estaba hecha, el único camino que nos quedó para soportar un poco su inmensidad fue hacer nuestra sinécdoque de ella. Con el tiempo este deseo de tranquilidad originó el surgimiento de las ciudades que, curiosamente, provocó el mismo asombro a las personas que nacieron dentro de ella que a los que nacieron dentro de la naturaleza y como antes esas ciudades aún estaban en temporada de contrastruccion suis habitantes tuvieron la necesidad de seguir evolucionando para hacerla aún más comprensible y marcar aún más la sinécdoque. Las ciudades siguieron crecieron, y aunque ahora ya tenemos mejor marcadas las divisiones, sigue causado una sensación de sublimidad a todo aquel que nace en ella y quiera comprenderla. Hay tantas cosas que se le agregaron a su anemona y muchas de ellas, a mi parecer, innecesarias que falta más de una vida para lograr comprenderla. Una característica común de los jóvenes de este siglo es que, aunque no lo quieran admitir, les espanta la ciudad, y muchos de ellos son tan débiles que terminan siendo tragados por ella y amanecen drogados en algún callejón. La ciudad sigue siendo terrorífica, pero ahora sus habitantes parecen que ya no buscan una evolución. ¿Porque pasara eso? Si todas las condiciones para crecer usando como base la sublimidad se cumplen, aunque hay una que no está y es la que, desde un principio, crea el concepto de sublimidad . Me refiero a la naturaleza humana por comprender.

La ciudad ya nos da todo lo que debemos saber. Desde nuestro inicio en la vida escolar nos enseñaron la historia que tenemos que conocer, nos dieron las matemáticas que demos usar, las ciencias masticadas hasta el punto que tenemos que saber y el comportamiento humano necesario para convivir. Si la ciudad de antes le permitía a sus ciudadanos la capacidad de innovar porque ella lo creía necesario, ahora ya no. Ya todo funciona como la ciudad quiere y solo pide de nosotros que le ayudemos a funcionar siendo amables y baratos. Pese a que la ciudad sigue siendo sublime nosotros ya no tenemos el deseo de conocerla por lo que no es indiferente su grandeza. Su sublimidad sigue golpeando nuestros sentidos, pero nuestra lista de deseos predispuestos nos obliga a que solo la vemos como algo bello.

Foto de Shai Lopez en Unsplash